Voluntariado

Experiencia en Perú

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Este verano, cuatro jóvenes españoles han tenido la oportunidad de conocer las diferentes realidades que ofrece Perú, gracias al voluntariado realizado de la mano de la Fundación Mary Ward en este país. Fue en julio cuando comenzó su viaje, aunque la inmersión había comenzado mucho antes: durante varias semanas asistieron a las reuniones de formación para empezar a familiarizarse con el país y la realidad del voluntariado. En Perú la estancia fue de un mes; una experiencia intensa, repleta de viajes, caras nuevas, actividades y también tiempo para no hacer nada, para “estar con la gente” y descubrir qué piensan y cómo viven. Tiempo para compartir historias, vivencias e ilusiones.

Víctor Arias, coordinador de esta experiencia, comparte algunas de sus impresiones en los lugares que visitaron: “Jicamarca es una ciudad joven, a una hora de Lima, sin asfalto alguno, rodeada por cerros y ladrilleras, donde hay polvo, polvo y más polvo, donde no llega el agua  más que en camiones que van repartiendo por las casas llenando unos pequeños depósitos a un precio carísimo, donde la mayoría de los hogares no tiene luz eléctrica, y donde un arbolito es un oasis verde”. Sin embargo, allí se sintieron “como en casa gracias a la magnífica acogida de Miros, Patricia y Merche (ibvm), y el alegre recibimiento de la gente con la que compartieron juegos y trabajos, como el arreglo y decoración del centro de salud, charlas y asistencia a eventos varios, como el Festidanza en el Colegio Fe y Alegría Mary Ward. En Lamud, zona rural, aislada de las grandes ciudades pero con el regalo continuo del sol y la vegetación por todos lados, el grupo de voluntarios/as disfrutó con labores muy diversas que les permitieron acercarse de forma muy directa a la población. Así, cantaron con los niños mientras Víctor ejercía de director de orquesta en el diminuto pueblo de Olto; las dos voluntarias, estudiantes de Medicina, impartieron clases sobre higiene y salud, y con la ayuda de César armaron un pequeño invernadero en la casa de las monjas, donde plantan y cultivan sus propios tomates y otras hortalizas”. Víctor Arias.

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